El Reino

Emmanuel Carrère8283_1

[520 págs.] Anagrama, 2015.

Jamás me han despeinado lo más mínimo los premios a la hora de acercarme a un escritor (e incluso, en las letras hispanas, no ha sido extraño que me espantaran) pero en el caso de Carrère, procedente de la algo dormida literatura francesa, no pude evitar sentirme impresionado por la potencia de su libro anterior, Limonov, cuando tras leerlo reparé en su palmarés: el Premio Renaudot, el Premio de la Lengua Francesa 2011 y, en especial, el Prix des Prix 2011, que se elige entre las obras ganadoras de los ocho premios literarios franceses más importantes.

Lo que es seguro es que, con premios o sin ellos, Limonov me impactó hasta lo más profundo y en la forma en que sólo una novela hecha con cabeza y con las tripas es capaz de ser más real que la misma realidad. Eso es algo que sólo alguien que haya sido comunista en su juventud y que haya vivido la caída del socialismo real dentro y fuera de sus convicciones más íntimas, puede entender en toda su dimensión. Limonov es una monstruosidad resultado de la historia, y es una monstruosidad lógica dada la propia lógica monstruosa de la misma historia. Por eso transita el personaje desde la disidencia y la marginalidad intelectual hasta la más totalitaria nostalgia postsoviética…

Pero no es de Limonov de lo que quería hablar, sino de esa otra novela, El Reino (Premio Le Monde, también) que también arrastra una parte de mí más arcana, más primitiva, mi educación católica infantil, mi cultura católica generacional, mis católicas lecturas adolescentes desde Giovanni Papini hasta Graham Greene, o lo que es lo mismo, esos cimientos cristianos sobre los que en la primera juventud muchos edificamos aquellos primeros pisos comunistas y ateos antes de subir al ático del agnosticismo o del escepticismo (o de algún particular cóctel entre ambos). Como bien dice su prologuista: “…en esta obra monumental, casi diríamos épica y sin duda radical, aborda nada menos que la fe y los orígenes del cristianismo.

En sus páginas se entrecruzan dos tramas, dos tiempos: la propia vivencia del autor, que abraza la fe en un momento de crisis personal marcado por una compleja relación amorosa y el abuso del alcohol, y la historia de Pablo el Converso y de Lucas el Evangelista. Pablo que cae del caballo, tiene una iluminación mística y pasa de lapidador de cristianos a propagador de la nueva fe que transmuta todos los valores. Y Lucas que escribe la vida de Jesús y a partir del cual nos adentramos en los evangelios primigenios, tan diferentes al Apocalipsis de fuegos artificiales de Juan…”

Leer el Reino es un interesante ajuste de cuentas con esa visión borrosa y tranquilizadora con que nos manejamos a la hora de juzgar nuestras viejas creencias infantiles y enfrentarse con la tragedia de la falta de fe, o del conflicto entre dos fes, la fe en tu religión y la nueva fe en la ciencia que has abrazado (como es el caso del propio autor)… O más llanamente, la necesidad de enfrentarse a la realidad de que ninguna de ellas ha de salvarte de la incertidumbre. También es enfrentarse con algunas verdades crudas acerca de las auténticas raíces del cristianismo, que Carrère expone y conoce magistralmente… Abstenerse comecuras diplomados.

Jorge M. Reverte: Demasiado para Gálvez

Nuestro próximo club de lectura (28/09/2016) se va a ocupar de la serie del personaje 9788467024685creado por Jorge M. Reverte, Gálvez, y vamos a empezar por leer el primero: Demasiado para Gálvez, que tiene además una adaptación cinematográfica con el mismo título que podemos disfrutar también si la película está en el mercado.

Jorge M. Reverte es, sorprendentemente y más que Juan Madrid, el escritor que ha sido más fiel a ese hermoso intento por parte de los escritores españoles de adaptar los cánones de la novela policial americana a las circunstancias españolas. Sus novelas, de la primera a la última recorren los cuarenta años que van desde el tardofranquismo y la transición hasta la actualidad, y podrían servir de crónica literaria y social de nuestro país durante todo ese periodo. Vázquez Montalbán, que de algún modo ejerció alguna especie de magisterio generacional sobre el resto, nos dejó hace unos años con una novela, Milenio, que ni siquiera simulaba ser negra o policíaca o como lo queráis llamar, Juan Madrid ha estado patinando con sus últimas novelas (Pájaro en mano, Adiós Princesa…) hacia las afueras del género, y Andreu Martín, otro fiel representante de ese empeño literario, ha tocado diversos palos temáticos e incluso se ha salido del género con obras bien logradas pero discutibles (pienso en Bellísimas personas, del 2000, o en Cabaret Pompeya del 2011), amén de una muy prolífica producción de historietas, literatura infantil, etc.

Al cuarteto en conjunto se le debe un indudable logro: realizar de modo convincente y con solvencia literaria esa tarea tan imposible en apariencia como hacer que escritores y lectores españoles se tomaran en serio el género policial desde los cánones (franceses) de la novela policial americana clásica de la Edad de Plata. A Jorge M. Reverte se le debe otro logro muy personal (que Eduardo Mendoza también consiguió a su modo, aunque quedando en lo márgenes del género por voluntad propia), que no es otra cosa más que crear un personaje y unas historias llenas de humor, no siempre amargo, además, y esto es algo muy de agradecer.

Para no alargarme, simplemente recordaros que la novela que analizaremos a fondo será la primera: Demasiado para Gálvez, y que en la siguiente entrega nos las veremos con la última: Galvez entre los leones, y que además de la breve reseña biobibliográfica que os adjunto os voy a enviar todas sus novelas para que las disfrutéis este verano, que hay tiempo para leer con placer y con calma (aunque sea en un eterno viaje de avión a las antípodas como será mi caso). Leedlas en orden si os animáis a ello, creo que vais a disfrutarlas.

Juan Madrid: Regalo de la casa

Nuestro próximo club de lectura (29/06/2016) continuará nuestra visita al mundo narrativo29x9a49 de Juan Madrid, al que seguirán en septiembre Jorge Martínez Reverte, Manuel Vázquez Montalbán y Andreu Martín, hasta completar el cuarteto de escritores españoles que intentaron continuar con la novela negra y adaptarla a las circunstancias de la realidad española de los años 70 y 80. ¿Una traslación de reglas copiadas de los americanos o algo más?

Respecto a nuestro primer invitado, Juan Madrid, justo es decir que Un beso de amigo contó con una generalizada aprobación, aunque tampoco despertó entusiasmos excesivos. En fin, una faena correcta con una oreja y vuelta al ruedo, entre algunos pitos, como premio. Veremos si su siguiente novela elegida por recomendación de Miguel: Regalo de la casa, es tan redonda como dicen. Yo, para quien pueda y tenga tiempo, recomiendo también la lectura de Nada que hacer, pero solo como complemento para poder centrar nuestros comentarios en la primera.

II Encuentro de Sospechosos Habituales de la novela y el cine negros

Llega nuestro próximo II Encuentro de Sospechosos Habituales de la novela y el cinenegros (17/06/20), que será el fin de semana del 17,18 y 19 de junio en Fanzara, y como ya comentamos en nuestro pasado club versará sobre la continuidad del Cine Negro después de Sed de mal, la película de Orson Wells que según los puristas cierra la historia del Cine Negro Clásico, en formato de blanco y negro. Pero hay dos películas rodadas en color y posteriores que cuestionan esta idea, una es Chinatown, película dramática de 1974 dirigida por Roman Polanski y protagonizada por Jack Nicholson, Faye Dunaway y John Huston, que ganó el Oscar (Robert Towne) al Mejor Guion Original. Que el propio Huston, que dirigió El halcón maltés en 1941 (dando casi origen al cine negro), protagonice esta secuela podría cuestionar que se tratara de una secuela y hablar en favor de la continuidad del género fílmico. La otra película que cuestiona el fin del cine negro es A quemarropa, dirigida en 1967 por John Boorman y protagonizada por Lee Marvin y Angie Dickinson, basada en la novela The Hunter de Donald E. Westlake (traducida como Parker y como A quemarropa en español). Entre cócteles dirimiremos el asunto y visionaremos ambas películas.II Encuentro de Sospechosos Habituales Narrativa Criminal (1)

Juan Madrid: Un beso de amigo

Nuestro próximo club de lectura (28/05/2016) va a continuar una pequeña temporada por bigestos lares patrios y a dedicar algunas sesiones a la lectura de los cuatro escritores que intentaron adaptar la novela criminal americana clásica de la edad de plata a la realidad española de los setenta y los ochenta, si bien, en lugar de elegir como Francisco García Pavón el ambiente rural de una pequeña ciudad manchega de los años 20 y después de los 60 y los 70, en esta ocasión adaptarán las reglas del género a las grandes urbes hispanas: en concreto Madrid, Barcelona y Bilbao. Se trata de Juan Madrid, Jorge Martínez Reverte, Manuel Vázquez Montalbán y Andreu Martín. Valencia, por entonces no existía como escenario ni remotamente relacionado con la poética de la narrativa policial en la misma época en que el Bilbao de Reverte parecía casi más convincente que las grandes Madrid o Barcelona.

Sin olvidar ni la originalidad, ni la calidad literaria, de García Pavón, resulta obvio que estos cuatro escritores tuvieron más fácil trasladar las reglas de la novela negra de Los Angeles o San Francisco a las grandes urbes españolas y que lo hicieron con más eficacia. Toda vez que esta estética ya venía filtrada por las publicaciones y artículos de los intelectuales franceses que había ido descubriendo a los espontáneos creadores americanos y por tanto cargada de determinados valores sociales y políticos «críticos· con el sistema capitalista, con los estados burgueses y con los ambientes de corrupción moral de las clases burguesas… Cuestiones todas ellas muy marginales en la estética de los narradores americanos originales. En realidad, como ya ocurriera con los escritores detectivescos británicos y los americanos, el que fueran coetáneos no era más que un mero accidente, vivían en mundos diferentes, como era diferente el mundo de Pavón y el de cualquiera de los cuatro citados, o era diferente el mundo de Simenon y el de Sojwall y Wallöö. Mismos años, épocas distintas…

Nuestro primer invitado es Juan Madrid, en mi cada vez menos modesta opinión, tal vez el mejor de todos por la simple razón de ser también el que creía más sinceramente en el género policial entendido como novela negra y testimonio crítico de la sociedad contemporánea, aunque siempre he creído que sus logros han sido más profundos que sus intenciones y tienen por tanto el mérito añadido de lo inintencionado y lo accidental. Y para entender a Juan Madrid lo mejor es empezar por el principio, por su personaje más logrado, Toni Romano, y su primera novela: Un beso de amigo.

Francisco García Pavón: Nuevas historias de Plinio

Nuestro próximo club de lectura (28/04/2016) va a reincidir en la lectura de una segunda obra de nuevas-historias-de-plinio-mult-1415458891Francisco García Pavón después de El reinado de Witiza, de 1968, que es su primera novela policíaca larga. El libro que he elegido esta vez es de cuentos y relatos cortos: Nuevas historias de Plinio.

En nuestra anterior convocatoria os decía que Colmeiro, en su libro La novela policiaca española, señalaba que García Pavón fue consciente de inaugurar una tendencia prácticamente inédita en la literatura española: «lograr escribir historias policíacas  auténticamente enraizadas en su tierra, capaces de combinar equilibradamente la intriga policíaca con el rigor artístico». Y que pese a los intentos de remontarse a Pedro Ruiz de Alarcón, la Pardo Bazán o Mario Lacruz, para dar cierto pedigree a la tradición española de narrativa policial, la crítica ha venido considerado a Pavón como el primer auténtico novelista policíaco español, porque en España no había más que una tradición imitativa de la novela policíaca extranjera en obras teatrales o en colecciones populares de kiosko. Para Colmeiro, el balance de la obra de Pavón es en conjunto positivo y la pregunta que se hace es por qué ha sido tan radicalmente olvidado por los lectores y escritores actuales españoles de «novela negra». Yo tengo mi hipótesis y no es buena.

La discusión que se suscitó con respecto a nuestra primera lectura de Pavón puede resumirse brevemente: rechazo casi visceral de la novela y los ambientes descritos por parte de una pequeña minoría, y reconocimiento de los méritos de la obra por parte de la mayoría. Que las opiniones estén divididas no solo es natural sino incluso deseable, casi todos reconocieron la buena prosa y certera descripción de ambientes y personajes de la pluma de Pavón. Incluso los inclinados a valorarlo, entre los que me cuento, reconocimos una cierta ligereza en la trama de la novela, con delitos y criminales de poco fuste. Pero me sorprendió la radicalidad del rechazo de algunos: ¿se denostaba la literatura o lo que ésta relataba y describía? ¿No hemos pedido siempre al género realismo y verosimilitud? ¿No cumplía Pavón estas reglas? ¿O lo que no gustaba es que las cumplía en exceso? ¿Es por la misma razón que no gustó a algunos que se le ha olvidado? De cualquier forma, pese a la nutrida asistencia en un día prevacacional y a la apasionada discusión, Pavón merece otra oportunidad.

Las Nuevas historias de Plinio se divide en dos partes. En la primera parte están algunos de sus primeros relatos: El Quaque (cuento originalmente publicado en 1965, en ‘Las campanas de Tirteafuera’); Los carros vacíos (publicada ya como novela independiente en 1965) y Los jamones (cuento originalmente publicado en 1965, en ‘Los liberales’). En la segunda parte algunos de sus últimas historias: El huésped de la habitación número cinco; El caso de la habitación soñada; Echaron la tarde a muertos; Las desilusiones de Plinio y Muerte y blancura de Baudelio Perona Cepeda.