Chester Himes: Por amor a Imabelle y Empieza el calor

md6028062858Chester Himes es probablemente el mejor escritor negro americano del género criminal. La novela que vamos a leer es la primera de las que escribió ambientadas en Harlem y protagonizadas por dos de sus personajes más conocidos, dos duros policías de Harlem de color, Ataúd Johnson y Sepulturero Jones: Por amor a Imabelle. 

En la pequeña biografía que James Sallis dedica a Chester Himes (junto a Jim Thompson y David Goodis) en Vidas difíciles, se nos revela un pequeño secreto sobre el origen de la peculiar poética de Himes: después de escribir Mamie Mason -una novela autobiográfica y no calificable como criminal aunque inspirada en la propia biografía del autor-, desesperado por conseguir dinero en París, fue el propio Marcel Duhamel -director de la Serie Noir de Gallimard- quien le encargó que escribiera estas historias “realistas” de detectives sobre Harlem. El propio Himes, en su autobiografía El absurdo de mi vida, confesaba: “Me sentaba en mi cuarto y me ponía histérico pensando en la salvaje e increíble historia que estaba escribiendo. Pero pensaba que era solo para los franceses y que ellos se creerían cualquier cosa de los americanos, blancos o negros, si era lo bastante perversa. Además creía que lo que estaba escribiendo era realismo. Nunca se me ocurrió penar que estaba escribiendo absurdo. El realismo y el absurdo son tan parecidos en la vida de los negros americanos, que no se puede decir donde está la diferencia”.

Chester Himes no tuvo mucho éxito en Estados Unidos, y eso se explica al conocer algunos detalles de su biografía, como su estancia en la cárcel por un delito de robo a mano armada o sus experiencias, una vez excarcelado, trabajando como mayordomo y cocinero para el escritor Louis Bromfield, con quien se trasladó a Los Ángeles para escribir guiones y colaborar con la oficina de guerra. Entre 1944 y 1945 él y su mujer viven en Harlem. Allí publica su primera novela Si grita, suéltale en 1945, en la que denuncia, en su forma particular, el racismo norteamericano. Porque una de las cosas que más llama la atención de este escritor negro capaz de retratar la brutalidad de la marginación social en EE.UU. es la ausencia total de victimismo afroamericano. Tal vez algo que le hizo no encajar bien en su propio país como escritor. En sus propias palabras: “América me hizo mucho daño. Cuando luché por medio de la literatura decidieron destruirme; nunca sabré si a causa de ser yo un degenerado ex presidiario que rehusaba llevar el hábito de penitencia, o un negro que no aceptaba el problema de los suyos como propio”, apunta en el primer tomo de su autobiografía, La cualidad del sufrimiento (Ed. Júcar, 1988). Ese destino de escritor ignorado lo compartió con el otro escritor de su generación que ya conocemos, Jim Thompson.

Como complemento de la novela elegida, la primera de la serie, os recomiendo tambiénEmpiezaCalorCubierta  Empieza el calor, para que el calor de un verano de Harlem de los años 60 del XX (la primera edición de esta novela es de 1966) nos consuele del inminente calor de Valencia. Y como regalo especial: Un ciego con una pistola. Ambas novelas cierran la serie de ocho narraciones protagonizadas por Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, esta última se publicó originalmente en 1969, cuando Chester Himes acababa de instalarse en Moraira con su tercera esposa: Lesley Packard, en donde moriría finalmente. Tenéis estos pormenores en su biografía.

Espero que las disfrutéis, hasta el próximo miércoles 5 de abril a la hora acostumbrada.

Maj Söjwall y Per Wahlöö: El hombre del balcón y Los terroristas

id_11076_balconLa cronología siempre es el criterio rey para mí (sin que tenga que resultar rígida) y la cronología de los 60, nos enfrentaba a un dilema: o seguir en Estados unidos y conocer a Chester Himes, que pese a su peculiar estilo caótico no resulta fácil dejar de leer y de disfrutar, o nos toca volver a cruzar el charco y ver qué era lo que estaba pasando en Europa. Y la renovación de la novela policíaca (o si somos rigurosos, de la narrativa criminal en forma de tal) se produce en Suecia y se va a quedar en Escandinavia casi desde entonces. Simenon no puede hacer olvidar su condición de escritor de derechas (brillante y realista, incluso crítico) pero con un pasado tenebroso; los españoles se van a debatir entre la imitación de la novela negra americana (Reverte, Madrid), su epifanía (Vázquez Montalván) o la adaptación al costumbrismo (García Pavón); los franceses entre la novela política de izquierdas (Manchette) y el psicodrama de suspense (Narjenac & Boileau, inspiradores del Vértigo de Hitchcock); los italianos entre la ruptura de Servanenko y el estilismo de Giovanni; los ingleses aferrados al formalismo de P. D. James… Es entonces cuando en 1965 aparece una pareja de periodistas suecos, Maj Söjwall y Per Wahlöö, que publica una novela: Rosseanna…  El cadáver de una chica aparece en Estocolmo cuando se draga un canal… Nadie la ha echado de menos, nadie conoce su identidad, no hay presión mediática ni policial por resolver el asunto, sólo la tenacidad de un policía sin cualidades ni atractivos especiales, un hombre normal, incluso algo gris, con problema familiares de lo más vulgares, Martin Beck. Desde ese año, las traducciones de las novelas de Maj Söjwall y Per Wahlöö se multplican, y con el certificado de calidad sueco los países del sur de Europa (incluida Francia) empiezan a contemplar la posibilidad de que existan policías con el mismo nivel de honradez y heroicidad anónimas que periodistas, detectives privados, abogados o jueces. El patrón de la novelística  criminal europea (la americana ya lo ha hecho a su modo, por ejemplo con Chester Himes) cambia y acepta las comisarías de policía como algo más que un escenario sórdido…

La novela elegida para leer este mes por su poder hipnótico es El hombre del balcón, (a parte de Rosseanna que muchos ya habéis leído en el Club de Matisse). Y por si os da tiempo con los_terroristas_ok_215x325las vacaciones, la última novela que escribió la pareja: Los Terroristas, para que podáis comparar la evolución de los personajes y de las circunstancias.

Si tenéis alguna duda sobre lo que os digo podéis leer los prólogos a las dos primeras novelas esta pareja de dos escritores poco sospechosos de mediocres y desde luego nada de ingratos: Henning Mankell y Jo Nesbo. Ambos reconocen la deuda con los dos periodistas suecos. Desde luego, la tienen. Y no hubiera importado que no hubieran sido conscientes de ello.

Os espero a todos el próximo miércoles 12 de marzo en nuestro Club del Jordi de Santa Jordi a las 7,30, para compartir nuestras opiniones acerca de estas dos novelas, o al menos, de la primera de ellas. Espero que las disfrutéis.

Mike Hammer: Yo el jurado y Un caso tortuoso

Nos iba haciendo falta ya un revulsivo, un escritor que no sea como esperamos y que ni s_13653-mla102145247_4297-osiquiera nos inspire muchas esperanzas de que vaya a ser mejor que como lo esperamos…, como nos ocurrió con Horace Mccoy hace tiempo, o con David Goodis hace aún un poco más, o como nos pasó por aclamación con el desconocido Cornell Woolrich (William Irish). Un escritor del que tengamos referencias encontradas y con fama de escritor no ya de segunda división o de carácter menor, sino de escritor «malo» en todo el amplio sentido de la palabra, no sólo malo por no ser de calidad indiscutible y reconocida por la opinión instalada, sino además malo por ser algo (o mucho, o demasiado) «facha». Maravillosa palabra que ya soy incapaz de usar sin entrecomillar porque siempre califica más a quien la profiere que a quien pretende denotar. Un escritor, además, que resulte imprescindible conocer para un grupo de connaisseurs como nosotros por su relativa relevancia.

En fin, se trata de tener un buen motivo para discutir a fondo y a gusto.

Y teníamos dos buenos candidatos, ambos surgidos en los cincuenta y extendida su obra con profusión durante los sesenta y los setenta. Dos escritores que casi nunca figuran en ninguna antología o colección de tapa dura dedicada a la «novela negra» y ni tan siquiera en esas colecciones más humildes que se autotitulaban como de misterio, de intriga o policíacas. Hablo de Michael Avallone y de Mickey Spillane. El primero, autor de una serie de novelas con un detective Ed Noon que era claramente republicano y seguidor de Nixon, (autor también de personajes que pasaron a series de TV como Mannix). Ed Noon es un detective rico con un lujoso despacho en Central Park en Nueva York y siente desprecio por «los hippies, los pederastas, los pacifistas, los disidentes, los negros militantes, las mujeres liberadas, las melenas y demás obsesiones de John Wayne»… Su novela más explícita es Shoot in again, Sam, aparecida en 1972 en plena guerra de Vietnam, en la que Noon, casi un agente especial de Nixon, acompaña los restos mortales de un célebre actor patriota americano a bordo de un tren que es desviado por los chinos… Novela seria y paródica a un tiempo, Claude Benoit dixit… Ed Noon es contemporáneo del Lew Archer de Ross MacDonald que ya leímos y casi su contrario desde el punto de vista político. Lamentablemente, en la búsqueda de las obras de Avallone sólo hemos encontrado traducida su novela El espía nº 13 bajo el seudónimo de Nick Carter, cuya temática cae un poco fuera del género criminal.

El segundo, Mickey Spillane también promete: “Cualquiera que no reconozca la importancia de Mickey Spillane es un idiota”. Con esta sentencia se despachaba Max Allan Collins, escritor de novelas policíacas y guionista de tiras de prensa como Dick Tracy o Batman. “Y estoy de acuerdo con él”, nos advierte Manuel Rivas en Bibliópolis, cuando nos presenta a este controvertido escritor. Como para que nos vayamos preparando. Pero no ha sido el único que se ha despachado con Spillane: «Despreciado por otros autores, como Raymond Chandler que le llamó escritor «Gorila», Spillane sólo reconoció la influencia en sus escritos de John Carroll Daly, creador del detective privado Race Williams. Pese a las acusaciones de retrógrado, machista y violento, sus libros estuvieron durante años en las listas de best-sellers, llegando a vender 200 millones de libros», nos explica Alice Silver en Detectives de libro (probablemente disfrazado tras su alias). El detective que elije como protagonista Spillane es Mike Hammer. Y de él podemos leer hasta cuatro novelas, pero creo que vamos a quedarnos con la primera (como es buena costumbre de nuestro club) en donde crea a Hammer, su detective, en una aventura de venganza y justicia: Yo el jurado.

No voy a ocultar que leí a Hammer hace unos años con esa curiosidad morbosa del que busca las fuentes del Nilo, más humildemente, las de esa tradición gorilácea que nos ha dado el cine americano de Harry el Sucio y de esas películas sudorosas y violentas estilo Charles Bronson o Jack Palance y otras muchas, tradicionalmente ignoradas por la versión instalada en España de la «novela negra», sólo dispuesta a tolerar historias violentas o sangrientas procedentes del «nordic noir», vaya usted a saber por qué… Y confieso que Spillane no acabó de gustarme. Pero vamos a darle a él y a su coetáneo Avallone una oportunidad. Si alguien lo disfruta, sugiero una segunda novela de Spillane, Un caso tortuoso, por si tenéis tiempo de leerla.