Nos iba haciendo falta ya un revulsivo, un escritor que no sea como esperamos y que ni siquiera nos inspire muchas esperanzas de que vaya a ser mejor que como lo esperamos…, como nos ocurrió con Horace Mccoy hace tiempo, o con David Goodis hace aún un poco más, o como nos pasó por aclamación con el desconocido Cornell Woolrich (William Irish). Un escritor del que tengamos referencias encontradas y con fama de escritor no ya de segunda división o de carácter menor, sino de escritor «malo» en todo el amplio sentido de la palabra, no sólo malo por no ser de calidad indiscutible y reconocida por la opinión instalada, sino además malo por ser algo (o mucho, o demasiado) «facha». Maravillosa palabra que ya soy incapaz de usar sin entrecomillar porque siempre califica más a quien la profiere que a quien pretende denotar. Un escritor, además, que resulte imprescindible conocer para un grupo de connaisseurs como nosotros por su relativa relevancia.
En fin, se trata de tener un buen motivo para discutir a fondo y a gusto.
Y teníamos dos buenos candidatos, ambos surgidos en los cincuenta y extendida su obra con profusión durante los sesenta y los setenta. Dos escritores que casi nunca figuran en ninguna antología o colección de tapa dura dedicada a la «novela negra» y ni tan siquiera en esas colecciones más humildes que se autotitulaban como de misterio, de intriga o policíacas. Hablo de Michael Avallone y de Mickey Spillane. El primero, autor de una serie de novelas con un detective Ed Noon que era claramente republicano y seguidor de Nixon, (autor también de personajes que pasaron a series de TV como Mannix). Ed Noon es un detective rico con un lujoso despacho en Central Park en Nueva York y siente desprecio por «los hippies, los pederastas, los pacifistas, los disidentes, los negros militantes, las mujeres liberadas, las melenas y demás obsesiones de John Wayne»… Su novela más explícita es Shoot in again, Sam, aparecida en 1972 en plena guerra de Vietnam, en la que Noon, casi un agente especial de Nixon, acompaña los restos mortales de un célebre actor patriota americano a bordo de un tren que es desviado por los chinos… Novela seria y paródica a un tiempo, Claude Benoit dixit… Ed Noon es contemporáneo del Lew Archer de Ross MacDonald que ya leímos y casi su contrario desde el punto de vista político. Lamentablemente, en la búsqueda de las obras de Avallone sólo hemos encontrado traducida su novela El espía nº 13 bajo el seudónimo de Nick Carter, cuya temática cae un poco fuera del género criminal.
El segundo, Mickey Spillane también promete: “Cualquiera que no reconozca la importancia de Mickey Spillane es un idiota”. Con esta sentencia se despachaba Max Allan Collins, escritor de novelas policíacas y guionista de tiras de prensa como Dick Tracy o Batman. “Y estoy de acuerdo con él”, nos advierte Manuel Rivas en Bibliópolis, cuando nos presenta a este controvertido escritor. Como para que nos vayamos preparando. Pero no ha sido el único que se ha despachado con Spillane: «Despreciado por otros autores, como Raymond Chandler que le llamó escritor «Gorila», Spillane sólo reconoció la influencia en sus escritos de John Carroll Daly, creador del detective privado Race Williams. Pese a las acusaciones de retrógrado, machista y violento, sus libros estuvieron durante años en las listas de best-sellers, llegando a vender 200 millones de libros», nos explica Alice Silver en Detectives de libro (probablemente disfrazado tras su alias). El detective que elije como protagonista Spillane es Mike Hammer. Y de él podemos leer hasta cuatro novelas, pero creo que vamos a quedarnos con la primera (como es buena costumbre de nuestro club) en donde crea a Hammer, su detective, en una aventura de venganza y justicia: Yo el jurado.
No voy a ocultar que leí a Hammer hace unos años con esa curiosidad morbosa del que busca las fuentes del Nilo, más humildemente, las de esa tradición gorilácea que nos ha dado el cine americano de Harry el Sucio y de esas películas sudorosas y violentas estilo Charles Bronson o Jack Palance y otras muchas, tradicionalmente ignoradas por la versión instalada en España de la «novela negra», sólo dispuesta a tolerar historias violentas o sangrientas procedentes del «nordic noir», vaya usted a saber por qué… Y confieso que Spillane no acabó de gustarme. Pero vamos a darle a él y a su coetáneo Avallone una oportunidad. Si alguien lo disfruta, sugiero una segunda novela de Spillane, Un caso tortuoso, por si tenéis tiempo de leerla.