Nada mejor para afrontar el largo y caluroso verano que nos espera que la novela de Chester Himes: Empieza el calor, aunque solo sea para que el calor de un verano de Harlem de los años 60 del XX (la primera edición de esta novela es de 1966) nos consuele del calor de Valencia de los años 10 del XXI (en pleno cambio climático caluroso para más escarnio). Y como el verano es largo y apenas habrá remitido para el miércoles 30 de septiembre, nada perdemos con añadir a esta lectura otra de sus novelas protagonizadas por la pareja de policías Ataúd Johnson y Sepulturero Jones, me refiero a Un ciego con una pistola. Ambas novelas además cierran la serie de ocho narraciones protagonizadas por ambos, esta última se publicó originalmente en 1969, cuando Chester Himes acababa de instalarse en Moraira con su tercera esposa: Lesley Packard.
Ya conocemos algunos de los detalles que explican la génesis de estas novelas, en París y por expreso encargo de Marcel Duhamel, a la sazón traductor del propio Himes y director de la famosa Serie Noir de Gallimard, que acrisoló el término de novela o género negros, para referirse al conjunto del género criminal y policial. También conocemos algunos detalles de la biografía de Chester Himes, como su estancia en la cárcel por un delito de robo a mano armada o sus experiencias, una vez excarcelado, trabajando como mayordomo y cocinero para el escritor Louis Bromfield, con quien se traslada a Los Ángeles donde escribe guiones y colabora con la oficina de guerra. Entre 1944 y 1945 él y su mujer viven en Harlem. Allí publica su primera novela «Si grita, suéltale» en 1945, en la que denuncia, en su forma particular, el racismo norteamericano. Porque una de las cosas que más llama la atención de este escritor negro capaz de retratar la brutalidad de la marginación social en EE.UU. es la ausencia total de victimismo afroamericano. Tal vez algo que le hizo no encajar bien en su propio país como escritor. En sus propias palabras: “América me hizo mucho daño. Cuando luché por medio de la literatura decidieron destruirme; nunca sabré si a causa de ser yo un degenerado ex presidiario que rehusaba llevar el hábito de penitencia, o un negro que no aceptaba el problema de los suyos como propio”, apunta en el primer tomo de su autobiografía, La cualidad del sufrimiento (Ed. Júcar, 1988).
Buen verano a todos y hasta el miércoles 30 de septiembre en Matisse, a la hora de siempre.